17 diciembre, 2008 / 0 comentarios
“…pero al mismo tiempo percibía que iba creciendo en él la frustración, una ansiosa inquietud que se asemejaba demasiado al hambre, a la necesidad animal de afecto y compañía, del roce de una piel ardiente contra la suya, de una explosión de sexo feroz que consiguiera sacarle de su ensimismamiento y su melancolía. Morir de sexo para olvidar que estaba medio muerto.”
Rosa Montero en Instrucciones para salvar el mundo